miércoles, septiembre 24, 2008

El caso

ACTO II
ESCENA I


En escena están MARY y MARTHA, ambas vestidas de negro. MARY llora desconsoladamente sentada en el sofá sujetando un brazo ortopédico, mientras que MARTHA se muestra más entera; diríamos que no le importa un comino la muerte de su marido. Se pasea por el salón nerviosa, colocando bien los jarrones y cojines. Tras el breve diálogo y sus incidencias, aparecerán los cuatro doctores, compañeros de Watson desde el parvulario y que llamaremos DR. 1, DR. 2 y DR. 3. Puede haber un cuarto, un quinto y un sexto que no digan ni mú. Éstos saldrán de la puerta del centro (recordemos, el dormitorio) donde han dispuesto el triste velatorio.

MARY.— (Entre sollozos) Pobre papá. Pobre papá...

MARTHA.— (Recolocando unas flores en un jarrón) Hija mía, así es la vida. (Para sí) Estás flores son las mismas de ayer.

MARY.— Qué mala suerte. A punto de ganar el Nóbel, con la ilusión que le hacía. (Llora con fuerza)

MARTHA.— (Oliendo las flores) Sí, hija mía. Una pena... ¡Gina!

Mientras llega GINA, MARTHA observará a su hija, que no deja de llorar desconsoladamente. Tras arreglar algunas otras cosillas del salón, se pone tras ella y le acaricia el pelo.

MARTHA.— ¡Ay, Mary, hija, no me gusta verte así de triste! Estas cosas pasan y hemos de enfrentarlas con entereza.

MARY.— Con sesenta y cinco años que cumplía hoy. Y le había comprado un brazo ortopédico nuevo. (Precisamente lo tiene junto a ella) Aquél que quería, el del escaparate de la calle Toe...

MARTHA.— (Coge el brazo y recuerda) Sí, lo sé. Llevas toda la semana abrazada al brazo. El multiusos, con lo caro que es. No te preocupes. Papá te lo agradecerá desde el cielo. (Le da un beso en el pelo, mira el brazo y suspira) Siempre me decía lo que le gustaba este brazo cuando paseábamos por la calle Toe. “Ortopedia Pedazos”. Está justo al lado de la tienda de Lorenzo. Lorenzo... Recuerdo cuando fui a comprarme ese sujetador transparente. Y cuando le dije que me trajera las braguitas a juego con ese bordado en forma de mariposa justo en... (Los llantos de su hija interrumpen su ensoñación)

MARY.— ¡¿Y qué haré ahora con un brazo ortopédico, mamá?! ¡¿Qué haré?! (Y, como si lo supiera de repente, le quita el brazo a su madre. Firme) No me separaré nunca. Lo pondré en mi habitación como lo último que me queda de papá. (Casi en trance) Creo que su alma se ha metido dentro. ¿No crees, mamá? (Gimotea, hasta que vuelve a llorar con fuerza) ¿No crees?

MARTHA.— (Los llantos de su hija no dejan que se concentre en sus cosas) Hija mía, (Sentándose a su lado) estas cosas pasan. Mira, ¿recuerdas a Pope? (Su hija asiente) ¿Recuerdas cuando se metió dentro de la picadora y Lisa no se dio cuenta? ¿Y cuando papá dijo que el steak-tartar sabía raro? ¿Y cuando al término de la cena tu hermana sacó de su plato el lacito azul que siempre le ponías a Pope?

MARY.— Sí, yo quería mucho a mi hámster.

MARTHA.— (Decidida, poniendo fin al discurso) Hija, si superaste con diez años comerte a tu mejor amigo, ¿crees que no vas a superar el fallecimiento de tu padre?

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