viernes, septiembre 05, 2008

La nepeta y las tardes de amarillo en televisión

Mi mujer y yo somos poseedores o, más poéticamente, acogedores en nuestro hogar de un gato que sobrepasa las medidas estándar de un gato común. Pesa unos nueve kilos y tiene por nombre Jano, aunque también suele acudir a la llamada de gordaco o fábrica de pelo y caca, entre otros, con todo el cariño del mundo, por supuesto.

Dicho gato, de constitución gruesa y grasa, caprichoso y mimado, cabezón como él solo y poco saltador, vago como todo gato que se precie, pronto conocerá una hierba conocida como nepeta cataria, de la que pueden ver sus resultados. Parece ser que dicha planta secreta una sustancia semejante a “una hormona que contiene la orina del macho” (literal). Ésta planta satura sus sentidos y hace que se comporten de manera extraña. Lo mejor de todo es que no es nociva, no produce ningún tipo de intoxicación y, supuestamente, tampoco produce dependencia. Aunque viendo el video, sinceramente, parece que hayan pillado un colocón de aupa.

No sé si podría hacerse una comparación con los fumadores de marijuana. Esta duda podría ser resulta si alguien se fumara un canuto de nepeta cataria. No quiero dar ideas… Un servidor, no es fumador y es poco bebedor, así que no voy a hacer tal experimento. Me basta con el helio…

Extrapolando el asunto a la televisión, porque sí, porque de esto se trata, hay programas que pretenden precisamente esto: saturar los sentidos del telespectador como la misma nepeta a los gatos. Programas como “Está pasando”, “España directo” o incluso noticiarios (magazines nocturnos), tales como los de Antena 3 o Tele 5, se componen de una sucesión sin respiro de historias, imágenes, declaraciones, empapados de amarillismo.

Uno se queda ahí, sentado, o simplemente atrapado tras encender fortuitamente la televisión tras un codazo echando la siesta, y es un no parar. Como una ametralladora cargada de mierda, te salpica por todas partes y es imposible detenerla. El cebo, escuela de “Aquí no hay tomate”, ha sido sustituido por una concatenación de muerte, sadismo, corrupción, mutilación, destrucción, aderezado con algunas esporádicas notas de “humor”. El directo prima como una manera de que el espectador no se sienta estafado, se crea cómplice, chismoso al segundo exacto.

Dormirse fue un error fatal. Su televisor llevaba años esperando ese momento.


A través del reportero y la cámara, nos sumergimos en el drama. De vez en cuando se logra el milagro y sucede algo más allá de las entrevistas a los desdichados sufridores del dolor y la pena. Como ejemplo, el dicharachero reportero, protagonista y animador, acrecentador y buscador infatigable (mal pagado, me supongo), es agredido. Recuerdo a un reportero paseando por una piscifactoría, haciendo la gracieta de acercar un dedo a una de las piscina y el intento de un pez de comerle la mano entera. La pena, dirían luego los presentadore y productores, fue que no se la comiera de verdad y luego apareciera mutilado, bombeando sangre sobre el piscifactor, culminando la escena con un chorro de coágulos directo a la cámara.

¿Qué nos está pasando? De forma lenta y progresiva, casi sin darnos cuenta, hemos pasado de ver programas rosas a estar conquistados por programas sensacionalistas, “periodismo” amarillo que exhacerba la angustia, el dolor y la muerte. Me quedaba con lo primero, que era mucho más divertido. ¿Acaso están creciento nepetas catarias en nuestros balcones sin darnos cuenta?

¡Ah, por cierto! Cuando le dé la hierba a mi gato, veré los resultados. Si enloquece y me arranca un ojo, lo colgaré en internet…

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