lunes, septiembre 22, 2008

Jefes

Según un artículo leído esta misma mañanita parece que la tendencia de los jefes cabrones es convertirse en coleguillas guays. No creo que se alcance esa cota pero hay estudios que han averiguado que un jefe cabrón no hace a un empleado más eficiente. Este tipo de estudios me sorprenden por el grado de estupidez que parece demostramos el resto de la humanidad que los leemos o escuchamos. Es decir, ¿un tío al que su jefe está jodiendo día y noche haga las cosas bien o haga las cosas mal no rinde ni se siente feliz en el trabajo? Joder, menudo descubrimiento. Es como aquel estudio que salió hace tiempo y cuya conclusión era que un trabajador feliz es un trabajador mucho más eficiente y comprometido con la empresa. Me cago en Pascual, la gente que realiza estos estudios son unos genios. Lo peor de todo es que, tal y como plantea el artículo, venimos arrastrando una tradición de jefes cabrones que resulta difícil doblegar. Es como aquello de, como me has jodido, cuando llegue un poco más alto en esta mierda de vida, joderé a todos los que vengan por detrás en venganza de ese jefe que, a su vez, habrá ascendido y al que lameré el culo inmisericordemente. Fenomenal. Hay veces que creo que la empatía humana está cercana a la de la estrella de mar.

Se me plantea una duda al respecto de esos jefes guays y me pregunto si, en verdad, los empleados respetaríamos a un jefe así. Debe resultar muy difícil mostrarte cercano y al mismo tiempo intentar que no te aplasten con la máxima de “le das la mano y terminan cogiéndose el brazo” a la que somos muy dados.

Probablemente si en España tuviéramos un jefe a lo The Office (me refiero a la americana) por hacer un símil un tanto exagerado, lo hundiríamos en la más absoluta nulidad profesional y terminaríamos haciendo lo que nos da la gana en esa oficina de locos. Le diríamos que sí a todo para luego, al darse la vuelta, lanzarle un escupitajo. En The Office los empleados parece que trabajan, y trabajan. Aquí en España parecería que trabajamos, pero no trabajaríamos.

Hubo un momento en la serie, una de esas frases magistrales de los guionistas, en que se resumió lo que creo es todo un arte y que, me parece, se desarrolla con virtud en muchos puestos de trabajo. Es más o menos así: “Debes hacer tu trabajo y tu trabajo consiste en terminar tu jornada laboral hasta el último minuto. No importa si tienes más tarea o menos; tu labor consiste en llegar a ese último minuto haciendo parecer que estás ocupado siempre para luego, cuando llega ese último minuto, coger tus cosas y volver a casa”.

Cuántas veces habréis visto a personas amarradas a un ordenador y os habéis preguntado qué cojones está haciendo. No tenéis por qué tener mucha idea de lo que hace, pero algo os dice que no está haciendo absolutamente nada. Sin embargo, te encuentras esperando a que termine ese nada. Y no pasa un minuto, ni dos, ni tres, pasan diez minutos hasta que esa persona se levanta y te atiende con esa mirada en los ojos de: “Estoy realmente ocupada/o y me he levantado por compasión a ti. Te atiendo porque no tengo remedio. En el fondo, me das asco y pena en proporciones semejantes”. Todo un arte. Maravilloso.

Luego habrá excepciones, naturalmente. Me consta que un elevado tanto por ciento de seres humanos españoles no pueden con su cuerpo. Más cercanos al zombie que al homo sapiens, se arrastran de su casa al puesto de trabajo sin saber qué ocurre en ese lapso de tiempo o, de hecho, sin saber qué ocurre durante toda la semana hasta el viernes o sábado por la tarde en que termina su jornada laboral. Luego están los que trabajan los fines de semana, rara avis que deben enfrentarse a esos ansiosos lúdicos que opinan que ellos, esas cosas con brazos y piernas que se mueven y, a veces, hablan, forman parte del mobiliario aunque tengan, curiosamente, forma humana. Estos me parecen forman parte del subgénero de empleado al que yo he formado parte y, probablemente, seguiré formando. Es en esos puestos de trabajo cuando te das cuenta de que nuestra empatía no es que esté cercana a la de la estrella de mar sino que, simplemente, no existe.

De todas todas, con jefe guay o jefe cabrón, trabajar es una mierda. Caguémonos en nuestros jefes y limpiémonos después el culo con sus corbatas.

P.S.: Hoy no hay dibujo.

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