jueves, septiembre 11, 2008

Una vida en hamburguesas

Don Gorske tiene 26000 hamburguesas de vida. Ese es su rasgo imperante como persona y personaje. Además tiene el pelo largo porque “prometí que nunca me cortaría el pelo”, y no se lo ha cortado en veinte años. Cumple sus promesas. Es testarudo (aunque más bien un maníaco compulsivo) y eso le ha llevado a comer tantas hamburguesas. Las anota porque le gustan los números. Guarda todo los embalajes, aunque en otros lugares dicen que los tíckets de compra, lo cual es algo más cómodo... Lleva unas gafas y un corte de pelo que recuerda a John Lennon (por lo menos en las fotos que he visto) y apareció en la película Super Size Me.

¿Cómo será la vida de este hombre? Cuenta los días por hamburguesas, los años, sus fechas especiales contienen un número y, al lado, un Big Mac. Este hombre es lo es porque decidió un día comerse una hamburguesa allá por 1972, aunque en realidad se comió nueve. Después decidió continuar haciéndolo hasta que, en su empeño, alguien dijo que esto no era normal y comenzaron a hablar de él. Probablemente no era su intención. Él simplemente se dijo que iba a comer Big Mac’s por el resto de sus días y lo hizo. Como se comenta en algunos sitios de internet, no se ha comido una hamburguesa durante todos los días de su vida. El estómago de los neonatos no está preparado para ello.

Ha escrito un libro y, bueno, su vida sigue. De vez en cuando, al alcanzar cotas como esta, aparece en las noticias, se comenta en los blogs. Dudo que le importe demasiado. Celebraron una minifiesta cuando se comió su hamburguesa 18000 en el aparcamiento del McDonald’s que frecuenta. Fue algo así como usar un rótulo amarillo con letras negras bajo los dos grandes arcos dorados junto a la carretera y estampar una lona con el número 18000 puesto en la pared, tras su asiento favorito del local.

Este hombre vive cerca de un McDonald’s. Se desplaza frecuentemente a la franquicia y pide dos, o tres. Congela algunas para casos de “emergencia”, en el invierno. Este hombre, en un apocalipsis mundial a lo Cormac McCarthy, probablemente haría acopio de hamburguesas, se refugiaría en un McDonald’s. Rodeado de oscuridad y ceniza, su viaje vital sería un empeño por ir de hamburguesería en hamburguesería, cocinarlas, aderezarlas, tragárselas. Descubriríamos más cosas de él, como que el pepinillo, en realidad, no le gusta tanto. A veces se lo quita, cuando nadie le ve. Su mujer está harta de tantas hamburguesas. Dice que huele a hamburguesa, que sabe a hamburguesa que, cuando le mira, ve a una hamburguesa.

En realidad Don, para nosotros, el resto de la humanidad, es una hamburguesa. Cuando muera (y que viva mucho tiempo, no es mi intención cargármelo), aparecerá en las noticias de internet, en los blogs, en la televisión. Dirán "ese es Don, el hombre que siempre comía hamburguesas". Pondrán un número y, al lado, un Big Mac. Dirán “esa fue su última hamburguesa”, “se hartó de comer hamburguesas”. Seguramente había mucho más pero eso, para nosotros y, al fin y al cabo para él, será el resumen de toda una vida. Me comí tantas hamburguesas.

Me da la impresión de que cuando Don se reencarne no será en hamburguesa. Sería una putada que te cagas el no poder comerse a sí mismo. Pero, a lo mejor, ese sería su mayor placer.

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