jueves, septiembre 04, 2008

Las voces de doblaje

El pasado lunes murió Don Lafontaine. Era un hombre con una voz que yo, simplificando, definiría como "que te cagas". Siempre he deseado tener una voz como esa, cuanto menos, una voz característica, del tipo eternamente juvenil. No siempre el rostro concuerda con las voces. Pero en el caso de Lafontaine me parece que era el rostro perfecto para una voz perfecta.

Tengo cierta debilidad por los dobladores y las grandes voces de la televisión. En mis infinitas fases de “qué te hubiera gustado ser en la vida y no fuiste ni llegarás a ser nunca” ha aparecido la profesión de doblador más de una vez. Me encanta. Lo hacen francamente bien. No soy de los que piensan que las pelis hay que verlas en v.o. Si se puede, pues mejor. Sé que el actor es voz en un porcentaje muy elevado. Pero cuando uno no entiende ni papa de inglés o, por lo menos, no como le gustaría y ha de estar leyendo esas letritas que le impiden captar la dimensión de los gestos, tener un doblador como los que tenemos en España ayuda y mucho.

He pensado más de una vez en personas con voces como la de Lafontaine en situaciones cotidianas. Hay un cómico estadounidense, Pablo Francisco, un imitador (de los que en España actualmente hay un repentino vacío televisivo, lo cual es llamativo y al mismo tiempo aliviante) que lo hace francamente bien. En España sería como meterse en la piel de Matias Prats o Constantino Romero. Imaginadlo, con la fuerza de interpretaciones como Darth Vader o Clint Eastwood, en el mercado del barrio. La frase “Déme medio kilo de tomates“ cobra una dimensión diferente. Cosas como “¿A cuánto están los mejillones?” adquieren matices de acojone.

Constantino, como muchos otros espléndidos dobladores, están ahí por lo que son y por lo que han trabajado. Pero, ¿qué hubiera sido de ellos de no haberlo logrado? Yo he conocido a gente con voces magníficas trabajando en un almacén o de cajeras en un supermercado. No suelen prodigarse en trabajos que pudieran exprimir sus facultades y, dudo, ellos mismos sean conscientes de su potencial. Yo me planteo a personas como estas, con voces rotundas y graves, hablando por los altavoces de un supermercado: “Se avisa a un Ford rojo estacionado en la zona de descarga. Retírelo de inmediato, por favor”. Al propietario se le caerían los huevos al suelo. Anuncios como: "El kilo de lomo está a cinco con noventa" atraería a las masas.

Por eso no entiendo cuando en determinadas películas, sobre todo y particularmente de animación, se hace uso de algunas voces, francamente, muy desafortunadas. El márqueting es 90 por ciento del valor de cualquier cosa. Para la promoción de una película tener un rostro famoso es una baza segura. Pero, ¿lo es tanto como para cargarte a un personaje e, incluso, una película? Se han dado casos. No los voy a enumerar. Pero resulta frustrante cuando hay tan buenos dobladores y lo hacen tan bien.

De cualquier forma, esto es un réquiem para una voz como la de Lafontaine en mi estreno bloguero y una alabanza para el resto de voces guays de este país, a algunos de cuyos propietarios quisiera poder arrancarles las tráqueas y ponérmelas yo. Así que cuidado si os topáis conmigo con un bisturí en una mano y un recipiente lleno de hielo en la otra. Avisado queda.

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