jueves, septiembre 11, 2008

Expendiente-X y el LHC

Con un coste de 4.000 millones de euros, el experimento sin precedentes del LHC fue hoy justificado por sus principales responsables y destacados expertos. "Sabemos que, a pesar de los grandes conocimientos que tenemos del Universo, desconocemos el 95 por ciento de la materia, y ahora tenemos el mecanismo para transformar la teoría filosófica del Big Bang en física experimental, lo que es absolutamente fantástico", afirmó Carlos Rubbia, Premio Nobel de Física en 1984.

Extraído de LaVanguardia.es.

A diferencia de Carlos Rubbia, que tilda el asunto de fantástico, yo lo definiría como acojonante.

Siempre me he preguntado cuál era el origen de todo. Uno que es inquieto. La respuesta (aparentemente) está en una sopa de partículas que reventó, acontecimiento que los científicos decidieron llamar Big Bang. Más de una vez en el baño me he preguntado cómo se produjo y ahora, sin lugar a dudas, lo sé.

Un grupo de científicos decidió crear un anillo de 27 kilómetros ubicado en la frontera suizo-francesa. Tras 20 años y una cantidad de pasta impresionante, lo consiguieron. Probaron qué tal funcionaban los sistemas de imanes y vacío un 10 de septiembre de 2008. Todo resultó perfectamente. Unos meses después estaban preparados para acelerar esas partículas a un 99.9996 por ciento de la velocidad de la luz y hacerlas chocar.

Bienvenidos al nacimiento del Big Bang. ¡A tomar por culo todo! Eso sí, dentro de unos meses.

Sí, parece catastrófico, pero ¿quién dice que no sea posible? Entendemos tan poco de los mecanismos de esta cosa descomunal, son tantos los entresijos y el misterio entorno a la materia que, ¿por qué no?

De esa incertidumbre (definición de ignorancia para incultos como un servidor) supo sacar buen provecho Chris Carter. Los guionistas de Expediente-X, con unas cuantas vueltas de tuerca, convertían noticias como la del LHC en capítulos cuanto menos interesantes y entretenidos para aquellos tiempos. Me lo pasaba pipa arrepanchingado en el sofá las noches de los jueves, de diez a once, si mal no recuerdo. Flipaba con esa ennegrecida fritura cientítica de vuelta y vuelta que se digería tan bien.

Hace bien poco me puse a ver una de las películas de Expediente-X, la primera. Sí, varios siglos después de su estreno. ¿Qué decir? Recordé los diálogos tan chocantes y artificiales entre Mulder y Scully que en su momento brindó unos de los encantos de la serie. En el instituto nos reíamos nerviosos y emocionados tras ver algún capítulo. Recitábamos algunos diálogos aprendidos de corrillo. Hablábamos de líneas evolutivas dispares, autopsias a extraterrestres, secretos de estado, conspiraciones gubernamentales. La película, un desastre. Y lo dice todo un fan poco entendido de nada. ¿Dónde estaba toda esa aura de misterio, el impulso por descubrir qué cojones pasa del que se alimentaban los capítulos? ¿Dónde ese acojone que sentías, ese mirar a las estrellas preguntándote si, de verdad, la verdad está ahí afuera?

Convertido en algo cotidiano en los noticiarios e incluso en el supermercado, palabras como trasgénico y dominación global por extraterrestres (sin ir más lejos hablé con una anciana sobre esto mientras esperaba en la cola de la frutería), ya nada era lo que era mientras veía la película. No había misterio. La magia había desaparecido y se había convertido en nostálgico ridículo. Las resabidas explicaciones complotísticas habían perdido todo encanto, porque mientras veíamos la película sí sabíamos la verdad, no había resquicios de duda, todo era más comprensible aunque ellos (los guionistas) intentaran que fuera del todo fascinadoramente incomprensible. La incomprensión, el encanto de la serie, residía en intentar forzar y reconvertir la realidad, a través de una Scully científica (nuestro muro racional) y un crédulo Mulder (la necesidad de pensar en un encantador “más allá” de cualquier cosa), en teorías mucho más molonas que la propia verdad. Pero conociéndola ya no había posibilidad posible de tragarnos todo ese pedazo de truño.

Sin lugar a dudas el LHC sería un buen tema para uno de esos capítulos de Expediente-X. Pero es tanto lo que hay ahí fuera que no somos capaces de comprender que podrían nacer otras nuevas temporadas que, posiblemente, recuperaran esa intensidad pasada. Como advierte el párrafo inicial, conocemos el cinco por ciento de la materia, lo que brinda un noventa y cinco por ciento de libertad para crear, para inventar.

Algunas cadenas, seguramente (al menos yo lo espero), impulsarán al pánico a las masas, lemmings desatados hacia el acantilado del horror tontuno al respecto de las terroríficas dudas que despierta el experimento. Hay que sacarle, como hacía Chris Carter, el máximo jugo a esa actualidad de violencia gratuita, destrucción, apocalipsis en general y desconocimiento ciclopeo. Ya no tenemos expedientes equis, tenemos las noticias de Antena 3. Yo no sé qué me da más miedo.

No hay comentarios: